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Memoria y oposiciones: el mito y la realidad

Oposiciones a la Xunta de Galicia.EFE

En los últimos meses ha tomado actualidad la revisión del sistema de ingreso en la Administración Pública. En realidad este tema ha estado sujeto a revisión permanentemente y no constituye ninguna novedad. Quizás el matiz que distingue el debate actual es que se han puesto en posición enfrentada dos sistemas de acceso totalmente diferentes: el primero, el actual, en el que la carga memorística es importante, sobre todo en las oposiciones a ingreso en Cuerpos Superiores de la Administración Pública, a los que principalmente me voy a referir; y el segundo, que pretende basarse en procedimientos de selección basados en entrevistas, cuestionarios, etc. que midan la capacidad potencial del opositor en su futuro desarrollo profesional.

Y esta es la gran diferencia. Los métodos que se proponen quizás pudieran medir la capacidad potencial futura, pero no son capaces de medir la capacidad inmediata para desarrollar un puesto de trabajo de alta relevancia y que no acepta, por arriesgadas, prácticas de meritoriaje, ni de aprendizaje, una vez iniciada su función. Quizás el sector privado pudiera utilizar métodos de captación de esta naturaleza para su personal directivo, pero la gran diferencia es que el ingreso en estos puestos pasa siempre por un periodo de prueba durante el cual el seleccionado puede ser excluido.

Por otra parte, la importancia del volumen de carga memorística en las oposiciones a Cuerpos Superiores de la Administración Pública está muy sobrevalorada.

Es cierto que el ingreso en estos Cuerpos exige un importante esfuerzo, análogo quizás al de cursar otro Grado universitario, lo que quiere decir que a la oposición se llega ya muy formado, ingresando los más preparados en un verdadero ejercicio de lo que etimológicamente significa el concepto oposición.

Comentaba al principio que el debate sobre la reforma de estas oposiciones no es nada nuevo y buena prueba de ello es que las mismas han experimentado importantes variaciones a lo largo del tiempo.

Si se observan los programas de las oposiciones actuales a los principales Cuerpos Superiores de la Administración Pública, se observa que en nada se parecen a los del pasado y los mismos han experimentado continuas variaciones, incluso en lo que a su carga memorística se refiere.

Se han reducido los temas de exposición oral sustituyéndolos por temas escritos; se concede al opositor un tiempo razonable para preparar un esquema que le sirva para apoyar el desarrollo de su exposición con lo cual se disminuye el pánico escénico y el quedarse en blanco, situaciones ante las que han sucumbido tantos buenos opositores; se ha permitido, en muchas de ellas, ingresar en dos etapas conservando algunos de los ejercicios aprobados; se han creado escuelas donde el opositor completa su formación durante un periodo de tiempo análogo a un curso lectivo, etc.

La suavización de la carga memorística es una realidad evidente y pretender eliminar la que queda degradaría las pruebas de ingreso, dado que las pruebas memorísticas muestran de forma muy clara la capacidad de trabajo y la asimilación de los imprescindibles conocimientos que el opositor ha de tener permanentemente en su memoria para su inmediata aplicación y respuesta y, al mismo tiempo, demuestran que ya sale de la oposición formado para el ejercicio inmediato de sus funciones. No es lo mismo creer que sabes que saber, y la prueba memorística permite distinguir tales conceptos en su aplicación práctica.

Ello ha hecho las oposiciones a estos Cuerpos más asequibles, pero sería ilusorio considerar que el ingreso en los mismos es sencillo. Sin embargo, hay un matiz que caracteriza este ingreso: la oposición es contra el temario, no contra los demás opositores, ya que su número es mucho más reducido que en otras oposiciones, lo que clarifica mucho lo que le espera al opositor: por regla general, si este insiste mediante dedicación y trabajo, y cubre el nivel exigido consigue el ingreso. No me parece aventurado afirmar que una regla no escrita en la práctica de estas oposiciones en la Administración del Estado es que quien no alcanza el nivel exigido, no ingresa, y ello es muchas veces causa de que queden plazas sin cubrir; pero esta es una garantía, desde tiempo inmemorial, de la calidad de nuestra Administración Pública, columna vertebral del Estado. De ahí la importancia de disponer siempre de un cuerpo de opositores, convocando regularmente las oposiciones, circunstancia esta que no se ha dado en los últimos tiempos en los que las ofertas públicas de empleo seguían criterios muy erráticos tanto en la frecuencia como en el número de plazas convocadas.

Algunos se preguntarán, y con razón ¿y para que tanta preparación memorística si ya existen plataformas digitales de todo tipo en el que encontrar los conocimientos necesarios?

El contenido memorístico de la oposición constituye el conjunto de conocimientos que ha de tener siempre presentes para reaccionar de inmediato en el desarrollo diario de su trabajo. Esta memoria RAM ha ido cambiando con el tiempo, pasando a estar constituida por contenidos en lugar de por continentes. No es necesario conocer el detalle de todas las normas que existen sobre una materia, pero si es imprescindible saber cuáles y que parte de ellas han de ser aplicables en cada momento.

Esa es la finalidad de la preparación memorística del opositor: demostrar que tiene adquirida esa formación que le será imprescindible para su trabajo diario.

Contenido memorístico de las oposiciones, el menor posible pero, al mismo tiempo, el mínimo necesario. Para qué cambiar por puro esnobismo lo que ha funcionado bien durante tanto tiempo, lo que ha sabido adaptarse de forma razonable al evolucionar de la técnica en un mundo digital que nunca podrá prescindir de la calidad en la formación del factor humano.

  • Jaime Sánchez Revenga fue interventor del Estado y presidente de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre hasta febrero de 2020