Cada uno tendrá distintos motivos que le llevan a tomar una decisión importante como es la de opositar. En este nuevo espacio comparto mi experiencia en este proceso por si ayuda a algún actual opositor. 

Yo tomé la decisión en 2009. Había acabado mis estudios universitarios en 2008 y comencé a trabajar en una Big Four, mientras un par de amigas comenzaron directamente a opositar. 

En aquellos años de grave crisis económica, era paradójico que varios compañeros en la Big Four vieran finalizado su contrato a la vez que los que seguíamos teníamos una gran carga de trabajo. Ante esa situación y para diversificar riesgos, decidí continuar trabajando y opositar al grupo A2 de Técnico de Auditoria y Contabilidad. Fueron años difíciles ya que convocaban pocas plazas, incluso algún año no hubo convocatoria y yo tenía poco tiempo para estudiar. 

La primera vez que me pude presentar había 12 plazas, pero suspendí el segundo examen de contabilidad y matemáticas financieras, mientras que la segunda vez, ya con 22 plazas, aprobé esta primera oposición, si bien ya era el año 2014. 

Posteriormente, decidí seguir opositando al grupo A1 del Cuerpo Superior de Interventores y Auditores del Estado donde aprobé por turno libre en 2016. La suerte que tuve en esta segunda oposición no creo que fuera del todo casual, sino que, en buena medida, estuvo condicionada por la constancia que mantuve en la primera oposición y es que, aunque lloviera o hiciese sol, yo estudiaba mi lección. 

Me motivaba teniendo presente la siguiente frase que escuché en la academia a la que acudía para prepararme: “era mejor ser la última de una promoción que la primera de la siguiente”. No obstante, todo proceso selectivo, más o menos largo, tiene sus luces y sombras y es fundamental repartir bien el tiempo y el esfuerzo en la preparación de cada uno de los exámenes ya que todos son igual de importantes, siendo lo relevante aprobar todos. 

En mi caso, el peor momento que pasé fue en el segundo examen de contabilidad y matemáticas financieras de esta segunda oposición por haber sido la materia que había suspendido la primera vez y es que, muchas veces, uno mismo puede ser su peor enemigo. Es complicado, pero tenemos que ser capaces de controlar los nervios, relativizar, no exigirnos en exceso, demostrar lo que sabemos que es más de lo que nos creemos y nunca levantarse de un examen, aunque en algunos momentos lo veamos todo muy oscuro.

En el caso contrario, como buenos momentos, fui cogiendo soltura, a base de práctica, al tercer ejercicio de consolidación y al último, el oral. Así, adquirí confianza y seguridad en lo que decía, lo que me motivaba a seguir adelante. Supongo que influyó el apoyo de mi preparador, que es el primero que me animó a presentarme por turno libre, en lugar de esperar el tiempo necesario para presentarme por promoción interna.

También me ayudó mi hermano a la hora de preparar el cuarto examen del idioma y mi compañera y amiga Susana en el quinto examen advirtiéndome de su extensión, así como mi pareja, familia y amigos que me acompañaron con su apoyo en todo el proceso. 

Con todo ello, te animo a que, si has tomado la decisión de opositar, apuestes por ello con confianza, constancia y seguridad, sacando la motivación en los buenos y en los malos momentos, repartiendo bien tu tiempo y esfuerzo entre todos los exámenes, así como compaginándolo con tu vida personal porque, aunque a veces no resulte fácil, también es necesario.

Tamara Pardo Blázquez 

Interventora y Auditora del Estado