En mi opinión, la oposición es un proceso personal del que cada opositor debe hacerse responsable. 

No digo con esto que no haya factores exógenos que puedan influir en la marcha del proceso, sino que el gerente de tu oposición eres tú mismo. Has dejado la facultad y ahora tienes por delante tu preparación con la misma responsabilidad que si estuvieras trabajando, o más, porque al único que vas a tener que rendir cuentas es a ti mismo.

Considero que esta es una oportunidad de oro para demostrarte que puedes hacerte cargo del mayor proyecto de emprendimiento: tu vida.

Recuerdo el primer consejo que me dieron cuando decidí opositar: cuanto mayor sea el plazo que te pongas, más probable será que se alargue. Oído cocina, yo me fijé el plazo más corto posible y fui a por ello. 

Una vez escuchadas las orientaciones de los preparadores, tú diseñas tu estrategia y tú te encargas de reaccionar ante las desviaciones que se vayan produciendo.

En mi academia, en todos los relojes de pared, figuraba la siguiente frase: “De ahora en adelante”. Y es que el presente es tu mejor aliado. No importa lo que haya pasado hasta este momento; reacciona y corrige el rumbo.

Un ejemplo de lo importante que es estar atento a tu propio proceso y chequear si está yendo como debería ir, es lo que me pasó a mí al preparar la contabilidad y las matemáticas financieras.

Al venir de Económicas, había dado poco o (según he podido comprobar) nada de contabilidad.

En el primer año de la oposición, en mi grupo tuvimos unos profesores de contabilidad y matemáticas financieras encantadores, pero yo notaba que me costaba entenderlo y decidí memorizar más que otra cosa. Pensaba para mis adentros: “Será que es así”.

Total, que llevaba como nueve meses opositando y me presenté a la convocatoria de ese año. Aprobé el primer ejercicio, pero me cargaron en el segundo:  la contabilidad. Lo cierto es que no habría aprobado el resto de exámenes porque no había dado ni el temario del tercer ejercicio, ni tampoco había dado las vueltas necesarias al temario del examen oral.

Lo importante es que, ante este suspenso que al principio viví como un fracaso y un examen imposible de aprobar, decidí reflexionar y pensar qué es lo que había pasado.

No recuerdo si fue por casualidad, pero, preguntando a los compañeros de otro grupo, llegué a la conclusión de que ahí estaban los profesores que más me convenían a mí para preparar la contabilidad y las matemáticas financieras. 

Ante este hallazgo tocaba tomar una decisión: o seguía con el bajo nivel que había adquirido y que no me permitía comprender la materia y mucho menos afrontar un examen que requería de mucha lógica, o volvía a dar toda la contabilidad y las matemáticas financieras en el segundo año de preparación, quitándome tiempo de preparar el tercer ejercicio y el oral (porque el inglés lo llevaba de la carrera). Aquello me cayó como una losa, pero pensé: “Ya estamos en esto y yo sé cómo arreglarlo”.

Pregunté en la academia si podía repetir la preparación del primero con los profesores del otro grupo y me dijeron que sí, que sin problema (creo que pensaron que era una locura, pero gracias a Dios se lo callaron).

Ahora estoy orgullosa de ver que tuve la necesaria capacidad de reacción ante un problema en mi preparación. Necesitaba entender la materia del segundo ejercicio, el examen así me lo había enseñado, y ello me iba a requerir muchas horas más con las que no contaba.

En este punto quiero decir que mucho se habla de la memorización, pero cualquiera sabe que una oposición no la sacas a golpe de memoria, sino entendiendo lo que estás estudiando, al igual que en el colegio o en la carrera.

Ni que decir tiene que fue genial estudiar la contabilidad y las matemáticas financieras desde el sentido y la lógica; hasta resultaba bonito. En verdad, es que saber siempre es bonito.

Recuerdo el esfuerzo titánico que tuve que hacer yendo a la academia entre semana y el fin de semana, entre unas cosas y otras, cuando los demás tenían más tiempo para cantar, pero yo había tomado mi decisión y ésta era que mi oposición se iba a construir sobre roca. 

Tengo que decir que, obviamente, mereció la pena y cuando tuve la preparación suficiente, que fue en la siguiente convocatoria, aprobé el segundo ejercicio. 

Esto no habría sido posible si yo hubiera culpado de mi suspenso al karma o a la academia, porque la responsabilidad de luchar mi buena preparación y mi aprobado fue siempre mía.

Carmen García Santamaría
Interventora y Auditora del Estado